martes, 27 de marzo de 2012

SOBRE MIL DIOSAS Y UNA SOLA MUSA


Como a las diosas te requiero, alma,
como el sublime mar a mis orillas.
Como el placer y el deseo oculto que saltara
allá donde jamás llegará el retorno más amado.

Exalta a este que te contempla
oh diosa alada,
acércate al arullo de mi voz.

Yo fui llevado al Parnaso de tus besos,
allá mi perdición de hombre
y el latir suicida de todas tus pieles
envuelta en las mías.

Sí. Yo que fuí un trinufo y un despojo
hoy se cuánto ha de regresar en estos días.
Día en el que tu vuelta con mi encuentro
nunca niegue la palabra más oportuna.

Fue en aquel tiempo atroz
cuando tuve diosas de alabastro sutil,
esperas en el balcón del deseo;
la estela de la saliva divina de las musas
y el latir profundo de amores nunca correspoindidos y sí.

Muchas diosas como mil musas para tan poco poeta.
Sentado contemplé muchas muchachas de cabellos dorados,
petrarquistas del verso más soñoliento y onírico.
Morenas sublimes bequerianas inefables
que también fueron intangibles en mi desnudo pecho.
o pelirrojas cual si Perséfones quisieran arrebatar mis venas
y devorar la dulzura de mi orgullo más íntimo.

Todas fueron a un tiempo musas reverenciadas.

Pero sin la menor duda que contigo todo fue bien distinto,
amor,
todo fue un milagro que ya vino en la noche,
cuando soñé que tú ya me aferrabas las manos
para caminar junto todos esos caminos imcompletos
que ninguna diosa supo darme.
Oh, con que silencio apareciste ya peremeditada
para comprender que contigo ya he encontrado al fin
la otra raíz con la cual enraizar hasta morir como flor
deshojado en tus para entonces ancianas manos.

Ya ves cúan irónica es la poesía de la vida
en estos días ya contigo, amor,
ya en el silencio de tu única pasión desenfrenada...

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